6 mar 2015

Pensar la cabaña


Leer Nº 260

La lista es larga más allá de Thoreau, a quien Manuel Castells tuvo la desfachatez de considerar un "rousseauniano de segundo orden", e incluye a pensadores duros como Wittgenstein o Heidegger. Hay literatos, compositores, poetas, cineastas... y hasta Lawrence de Arabia. Se trata de los nombres a los que remite Cabañas para pensar; la exposición que el madrileño CBA acogerá desde el 11 de marzo, previo paso por la coruñesa Fundación Luis Seoane y el granadino Centro José Guerrero. De hecho, es tan larga que podría incluir a muchos otros personajes allende Cabañas; personajes tan dispares y asimilados por la cultura pop como el Unabomber o Ray Lamontagne, o incluso Chris Martin (Coldplay), que anhela un chamizo propio en su We never change.

Sin duda, el hecho de que las cosas no vayan demasiado bien en Occidente está influyendo notablemente en un significativo desarrollo de pensares alternativos, aunque no tanto en clave posrromántica como utilitaria. Errata Naturae bien puede representar una punta de lanza editorial con títulos como Hacia la sobriedad feliz (Pierre Rahbi, 2013) o Filosofía para la felicidad (VVAA, 2014); contrapartidas críticas de un libro tan decepcionante como La vida simple (Sylvain Tesson. Alfaguara, 2013). Tesson, por cierto, no le va muy a la zaga a Castells (salvando las distancias) cuando se refiere a "los sermones de contable calvinista" de Thoreau; nuevas inquinas hacia el viejo Henry, a sumar a las de su tocayo Henry James, Leon Edel o tantos otros.

Outeiro, Olmedo y Ruiz de Samaniego, responsables del proyecto, casi abren su dossier con la apelación a la fundacionalidad del autor de Walden en todo este asunto. Despachado el trámite, seleccionan once casos con los que explorar las relaciones entre ciertos procesos creativos y los espacios "íntimos y esenciales" en los que se desenvolvieron. Se trata de los de los filósofos mentados, los de Grieg y Mahler, Strindberg, Knut Hamsun, Bernard Shaw, Virgina Woolf, Dylan Thomas, Derek Jarman y el citado Lawrence, y de los espacios que respectivamente les corresponden en dicha lide relacional. Aunque solo sea por curiosidad levemente morbosa, puede recordarse el malditismo de algunas de estas efigies: los graves problemas mentales de Strindberg y la suicida Woolf, el alcoholismo fatal de quien prestase nombre artístico a Bob (Zimmerman) Dylan, o el sida que llevó a Jarman a su cottage primero y a la muerte después.

Aparte de la cuestión de la intimidad creadora, los comisarios rastrean las relaciones físicas del morador con el espacio; es decir, la relación entre pensamiento y acción sobre el entorno inmediato: eventuales construcciones a mano de las cabañas, labores jardinísticas y otros quehaceres que forman un continuum con la producción intelectual. Es, en definitiva, una cuestión de libertad bien entendida. Ted Unabomber Kaczynski, como observa Ricardo Piglia, percibe muy bien la situación de alienación que impide alcanzar tal estado de integridad existencial al ciudadano común. Cada vez tenemos menos control sobre nuestras propias vidas: una obviedad escrita por un terrorista sobre la que, sin embargo, aún no hemos pensado tanto como deberíamos. De todos modos, quien intente volver "a un cierto primitivismo consciente", como se lee en los papeles de la exposición, ha de saber que habrá de arrostrar una larga travesía no exenta de peligros.

No terminaremos sin mentar un posible quid que ya desazonó a Leopardi y a otros fatalistas románticos: la muy probable imposibilidad del retorno, a pesar de que "todos los ejemplos estudiados en la muestra" propongan, "en cierto modo, una especie de terapéutica". Sea como fuere, lo más interesante de la propuesta venida de la Seoane, quizá sea la traducción a términos estéticos de las vueltas al origen que se analizan. Invertir los procesos analíticos convencionales y empezar la casa por el tejado; llegar a la dimensión crítica de cada caso, o a lo que de común pueda haber en todos ellos, a partir de las imágenes que se exponen. Será posible hacerlo hasta el 31 de mayo en la sala Juana Mordó del Círculo, y probablemente resulte insospechadamente inspirador para más de un lector que se anime a pasearse por allí.

El cottage de Derek Jarman