Leer Nº 267
Se gestó en el silencio
que rodea a todo lo que hace quien -parece que a su pesar- ha
desembarcado, directamente desde los muros urbanos, en Bonhams y
Shotheby´s. Se llama Dismaland y es un parque temático inverso,
inapropiado para los niños -Banksy dixit- y anunciado en su web como
"Bemusement Park". Quizá tal Parque de Confusión pueda
preservar la obra que reune en Weston-super-Mare de esa garra snob
que paga lo que no valen esos iconos populares que ya todos
conocemos. A quienes agitan los billetes no les frena el hecho de que
el artista no comprenda como esos "idiotas" pueden comprar
esa "mierda". Quieren su manifestante con ramo de flores;
eso es todo.
De su reino dismal
-deprimente- Banksy también dice que es un "parque familiar
para anarquistas principiantes", eso sí, algunos dispuestos a
pagar 1000 libras por una entrada en Ebay. El misterioso plantillero
tiene razón... Es todo muy confuso, y particularmente el hecho de
que Damien Hirst esté representado en el Dismaland de marras; uno de
los principales adalides de la perversión mercadera del Arte
Contemporáneo o, como dijo Campbell-Johnson en el Times,
un artista que tiene "ese toque comercial" que puede
venirle muy bien a cualquier museo con dificultades económicas. Es
más, las oscurísimas operaciones de especulación de Hirst y Frank
Dunphy, su contable, hicieron aguas no hace mucho. Los anarquistas,
principiantes o no, deberían buscar la crítica del Capitalismo
Avanzado en otra parte. Probablemente ya lo sepan.
¿Cómo es aquello?
Parece que distópico y trufado de figurantes deliberadamente
siniestros, pero kitch y cool, cómo no. La sirenita desfigurada por
efecto de una interferencia catódica (una ocurrencia genial, por
otra parte), el accidente de Cenicienta o la Muerte en el coche de
choque no son más que elementos de una enorme maniobra de
distracción. Es dudoso que tales obras admitan dobles y triples
lecturas -se ha escrito tal cosa- y bien ponderable que tengan la
profundidad conceptual de un charco de ciudad, pero el Diazepam
visual funciona lo suficientemente bien como para atribuirse
veleidades libertarias. Un lugar como el Museo Estatal
Auschwitz-Birkenau puede resultar deprimente e inapropiado para la
infancia, e incluso incitar al anarquismo, por qué no. Lo que
Dismaland ofrece, en cambio, parece más un revulsivo rápido Ante
el dolor de los demás; como ese
libro de Susan Sontag que casi termina con una aseveración terrible:
"No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la
guerra; y como se convierte en normalidad".
Así,
este prolífico parque no miente menos que Disneyland, siendo ambos
como son, luz y sombra de la misma mitología del Progreso. Y si
Picasso dijo que después de Altamira todo es decadencia, cabe añadir
que tras Warhol esa decadencia se volvió perversa. Ahora, una élite
de warhols 2.0 se encarga de la crítica que el propio Sistema
auspicia para sí, y nos recuerda que nada realmente transgresor ha
sucedido desde el tiempo de las vanguardias, hace ya un siglo. Quien
o quienes estén detrás del nombre mágico, Banksy, está o están
cada vez más en la cuerda de gente como Hirst, Tracy Emin o Jeff
Koons; esto es, en las antipodas de toda revulsión genuina, más
allá de todas las provocaciones de obra o de voz que provengan de
tan cotizados artistas. No en vano, alguien ha dicho que, cuando se
lanza un ladrillo a dicho Sistema, este lo devuelve transformado en
chapa de Che Guevara.
Con
todo, la curiosa fábrica de ladrillos en transformación aloja
piezas pintonas como
Big Rij Jig de Mike
Ross o Giant Pin Wheel
del propio Banksy. Pero aunque resulte casi inevitable acordarse del
Puppy de Koons en el
Guggenheim, Dismaland también tiene bastante de Simon Rodia y sus
Watts Towers, de
Clarence Schmidt y su Woodstock Environment,
de Niki de Saint Phalle y su Giardino dei Tarocchi o
de Jean Tinguely y su Cyclope;
marcianadas puras y
duras, como se dice ahora, que evocan lo que sea que evoquen sin
sermonear envenenadamente, y si no es acerca de sí mismas y de los
respectivos mundos a los que parecen pertenecer. Solo cabe esperar
que algo verdaderamente interesante esté sucediendo en otra parte,
quizá no demasiado lejos de Weston-super-Mare.