Leer Nº 261
La sala Baluarte del
Centro Cultural Adolfo Suárez, en Tres Cantos, se inauguró el
pasado noviembre con una ambiciosa Pasajes del arte en el siglo
XX, y continua su andadura con
Pepe España. Aurora Herrera ha seleccionado parte de la obra que
estuviera en Cuenca entre 2013 y 2014. En efecto, aquella pasó por
el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad y por el Museo de Obra
Gráfica de San Clemente, también allí, en dos exposiciones
comisariadas por Alfonso de la Torre. Ahora, Pepe España.
Luz, expresión y forma se
centra en el periodo que transcurre entre el afincamiento conquense
del artista y su muerte en Suiza; país en el que se instalaría tras
su decenio manchego.
Como
sostiene Herrera, parece cierto que haya algo de "constructivo y
estructural" en la producción de José Luis Jiménez España, y
que ese algo puede venir de los mundos representacionales de la
publicidad y la delineación. Pepe pasó por aquellos antes de
instalarse en el montmartré manchego
primero, y en su taller de Junkerngasse 13 después, ya en Berna. En
aquel coincidiría con Saura, Simón Marchán y algunos otros
teóricos y artistas. En este encontraría el lugar apropiado para el
desarrollo definitivo de una obra dificil de clasificar, y en el que
las influencias informalistas de los sesenta -entre otras que
afectaron casi por igual a toda una generación- fueron
desprendiéndose de sus cuadros hasta dejar su verdadera piel a la
vista.
Las
composiciones de España son dibujísico-pictóricas (y el orden
importa, porque el dibujo prevalece claramente sobre las bandas y
superficies acrílicas). Puede hablarse también de una dialéctica
planitud-gesto casi contínua en sus series, y de una cierta
fragmentariedad justificada por su recurrencia: las obras de España
funcionan mejor confrontadas, tal como han sido colocadas en Baluarte
por cortesía de la forma atunelada de la sala, que en sí mismas. La
cinta, metáfora de atadura, se cuela en su arte de
principios de los setenta como una de sus grandes obsesiones; bandas,
decíamos, de colores planos que turban la rarísima preciosidad de
sus dibujos a dos o tres rotuladores... que rompen con diversa
fortuna el misterioso silencio que en otras ocasiones los rodea.
Y la cinta se
vuelve hilo de marioneta, propiciando el despliegue de otro potente
universo metafórico, y vemos también marcos dentro de marcos justo
antes de entrar de lleno en la época suiza. Un retrato de Andreas
Rothlisberger, gran amigo de Pepe, inaugura el renacimiento helvético
del artista. Como la serie Berna
muestra en dos grupos de seis cuadros confrontados, el dibujo vuelve
a prevalecer sobre las superficies de color. En efecto, los setenta
van deviniendo para España en años de figuración que poco a poco,
pero inexorablemente, avanzan hacia el entonces nuevo milenio. Del
nuevo siglo en adelante el malagueño irá perdiendo vista, y es más
que concebible que tal sea el motivo que le reconduzca al acrílico y
el color. Se presentan sus característicos cuadros divididos por una
rotunda vertical central; cintas de
una verticalidad
tangencial y dolorosa. Cabe destacar Luto en el espacio. En
recuerdo a las Torres Gemelas (2001);
obra que pone los recursos estilísticos y conceptuales de España al
servicio del suceso que conmocionó al mundo entero.
Luz, expresión y
forma desemboca en unos últimos
cuadros realizados con un 5% de visión: Personaje y
Claro de luna (2002).
Llegamos a ellos tras un recorrido que comienza en los calcográficos
hombres-tronco de los sesenta, que continua con una pintura
inequívocamente afectada por el pop, el neo-geo post expresionismo
abstracto y otras tendencias transatlánticas, y que se anticipa unos
treinta años a muchas de las corrientes actuales de diseño gráfico
(especialmente en lo que a composición espacial y usos cromáticos
se refiere). Quien quiera comprobarlo podrá hacerlo hasta el 19 de
abril de 2015, disfrutando, además, del plus que supone la vista de
la Sierra de Guadarrama desde la entrada del Centro Cultural que
acoge la exposición.