Duende Nº 10 (Suplemento virtual de Quaderni Iberoamericani). Págs. 29 y 30. Noviembre de 2014
Es de todos sabido que
los aglutinamientos generacionales concernientes a ciertos grupos de
poetas, casi siempre más autónomos y heterogéneos de lo que las
etiquetas sugieren, son –y seguirán siendo- siempre conflictivos.
Así ha ocurrido con los grupos españoles de los 50 y los 60,
coincidiendo con Víctor García de la Concha, para perjuicio de
cierta pléyade de transición en la que cabe incluir los nombres de
Félix Grande, Joaquín Marco, Ángel García López, Manuel Ríos
Ruiz, Antonio Gamoneda o Diego Jesús Jiménez1.
García Jambrina, citado a nota al pie, dedicó –de hecho- La
otra generación poética de los 502
a la reivindicación de toda una serie de descolgados lo
suficientemente extensa como para ser aquí obviada. Si no es este el
caso de Claudio Rodríguez ni de los concomitantes Valente, Goytisolo
o Caballero Bonald, poeta institucional donde los haya, tampoco es el
de Jaime Gil de Biedma (1929-1990), de quien nos ocuparemos a
continuación.
Los afanes agrupadores se
oscurecen aún más al concernir a denominaciones tan abstractas como
la «poesía de la experiencia» a la que suele remitirse a Gil de
Biedma3,
y que nació, como se sabe, del seminal The Poetry of Experience4.
Langbaum inscribe allí dicha poesía en una literatura huérfana de
un significado objetivamente verificable5
y que –en consecuencia- se vuelve sobre sí misma hasta
confrontarse con lo que el eminente crítico llama biographical
phenomena6;
es decir, con la experiencia. No es menos conocida otra gran fuente
que, indagando en el proceso de creación poética como
autoexploración, ofrece el título de Poesía del conocimiento.
La generación española de 1956-19717.
En aquella, Gil de Biezma comparte espacio con Francisco Brines,
Rodríguez, Ángel González, Gloria Fuertes, Valente, Carlos
Sahagún, Eladio Cabañero, Ángel Crespo y Manuel Mantero, y en la
traducción española de Alberto Cardín, «conocimiento» viene a
equivaler al «descubrimiento» al que remite el original.
Así, Poetry of
Discovery: The Spanish Generation of 1956-718
ahonda en la característica dialéctica entre realidad e irrealidad
del poeta y saca algunas otras conclusiones modélicas y, por cierto,
reproducidas sin demasiada variación en la mayoría de estudios
posteriores. García Jambrina mismo, alude a otra de las claves de
Debicki; a saber, el modo en que algunos poemas de Compañeros de
viaje9
se dedican “a contrastar perspectivas de pasado y de presente,
sugiriendo que las realidades del pasado se transforman en ilusiones
que dan cierto valor al presente”10.
Sin que nada de esto sea demasiado discutible, quizá resulte más
idiosincrático el proceder que Jiménez revela cuando se fija en los
momentos en que “Biedma pareciera borrar lo que ha escrito o
sugerido (…) como sucesivos síntomas, o signos de indicio, del
engaño en que, al cabo, vino a constituírsele su ejercicio de la
poesía. Todo lo contrario, pues, de la certeza; o sea, la
incertidumbre. De congruente modo, todo lo contrario de la palabra
rotunda, confiada y segura; es decir, la palabra borrada, borrosa”11.
Dicho afán por difuminar
la palabra responde a una voluntad creadora que, trascendiendo lo
estrictamente formal, procura dar con una disolución última del
significado de su poesía, correlativa –parece claro- a la de los
diferentes planos identitarios del poeta. Bien que De Biedma
asegurase que “una vez inventada y asumida una identidad, que es en
lo que, en definitiva, ha consistido su poesía, ya no siente la
necesidad o la pasión de escribir”12,
su proceso sustractivo de autodescubrimiento parece desembocar en una
toma de conciencia tan desgarradora como el darse “cuenta de que
todo lo que (…) había esperado de la poesía era nulo, no existía
y era un puro engaño”13.
No en vano, El juego de hacer versos14
da la clave sobre una obra que es algo “parecido en principio/ al
placer solitario” y que “es un buen ejercicio/ que llega a
emborracharnos”15.
Pueden destacarse dos
grandes filones analíticos relativos a la obra del poeta: la
evocación de una irrealidad atmosférica como la que Idilio en el
café16
ofrece –Debicki lo analiza en un capítulo dedicado a Gil y
apostillado con un significativo The Theme of Illusion17-,
y la citada identidad poética que hubo de inventarse18,
desarrollar y finalmente asumir, como si de un ciclo orgánico se
tratase. El modus operandi de borrar, gastar, difuminar quizá –aquel
en el que Jiménez se fija- cohesiona las cuestiones anteriores en la
suspensión de un tiempo que, sin embargo, sigue siendo profano. Con
su detención poética, De Biedma exorciza la incertidumbre
intrínseca a aquel, y que se proyecta tanto sobre el pasado como
sobre el futuro. Aunque por un instante (que el lector podrá
recrear), uno y otro son abolidos en ese lugar en el que es
“difícil recordar que nos queremos/ si no es con cierta
imprecisión, y el sábado/ que es hoy, queda tan cerca/ de ayer a
última hora y de pasado mañana/ por la mañana”19.
Renunciando a hablar
desde su yo, digamos, genuino, y creando el personaje con el
que luchará en sus postreros Poemas póstumos20,
Jaime Gil proyecta sobre el papel una subjetividad perfectamente
desentendida de toda búsqueda de lo superno. Al inventarse una
identidad de Gil, a propósito del que tanta tinta ha corrido, no hay
que dejarle de añadir la muy clarificadora reflexión de Jiménez al
respecto: “sí, pero haciendo patente a la vez la precariedad
–acaso la inutilidad- de ese mismo y arduo propósito de
invención”21.
Sin rastreo de verdades últimas y esgrimiendo esta especie de muerte
poética anunciada, es tentador concebir la exigua obra del
barcelonés como un excelso ejercicio de escapismo, y la distancia
generada entre el protagonista de los poemas y el poeta como ese
«cualquier lugar», siempre provisorio, en el que procurar
permanecer «con tal de que la vida deponga sus espinas»22.
Con todo, a pesar de este
fatalismo tan occidental, contemporáneo y posrromántico23,
pervive una razón de ser de la poesía: la «necesidad» de ella tal
como la explica Luis García Montero en Un poeta necesario24.
Además, aquel escrito recoge una elocuente noción poética de Gil:
“por muy bien escrito que esté, un poema que no alcanza a
convencernos de que era necesario escribirlo, es un poema malo”25.
Es posible que Arte poética26
ofrezca alguna clave al plantear “que el hecho de estar vivo
exige algo/ acaso heroicidades –o basta, simplemente/ alguna
humilde cosa común”27.
Biedma optaría así por los motivos cotidianos, en busca de
atmósferas balsámicas, alejadas de las búsquedas trascendentales
últimas que sustentan la poesía metafísica pura. De ahí los hitos
convencionales –siempre se habla de realismo- que el de los 50
suele ofrecer al lector, para que aquel pueda moverse por las
ilusiones biográficas que el poeta presenta.
La distancia mencionada
dos párrafos atrás, surge de un intento deliberadamente huero de
sustraerse del paso del tiempo (otra forma de expresar su mentado
afán por detenerlo); un tiempo que, para Gil, no quiso atenuar su
erosión de significantes vitales propios. De algún modo, el
vaciamiento producido haría pertinente la dimensión ilusiva de su
poesía. La desesperación existencial del poeta se transluce
así en finas capas de cinismo e ironía que, sin embargo, no evitan
que el lector se convierta en confidente. Lo que finalmente puede
quedar entre el yo y el tiempo, consabidos agentes últimos de
toda esta poesía, es la duda permanente: el estadio vivencial
definitivo que Gil asumiría con su último verso. Sin duda, ello nos
lleva a incluir al catalán entre los prolíficos poetas de tema
universal. No ha de ser casual, pues, que Pandémica y celeste28,
uno de sus poemas más celebrados, fuese considerado por el propio
Gil la mejor de sus creaciones.
Pandémica y celeste
es el poema-confesión definitivo. Parece necesario que el
«hipócrita lector» (préstamo tomado de Au Lecteur29)
comprenda algo sobre el confesante: “aunque sepa que nada me
valdrían/ trabajos de amor disperso/ si no existiese el verdadero
amor”30.
Pero tal existencia –al menos para Gil- no puede capturarse nunca
en forma de certeza, ni evitar que en Contra Jaime Gil de Biedma31
lamente haber sido “tan puta”32.
Pero hasta en estos poemas asociables a la tradición que ya Schlegel
vinculó a la duplicación del yo y sus conflictos33,
hay un salvarse escribiendo por cortesía de ese prójimo hermano
–mon semblable, mon frère- que da sentido a ese “Yo me
salve escribiendo/ después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”34
que puede leerse en Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma35.
Tal como propone Jiménez,
la poesía de Biedma es el testimonio de una inseguridad36:
la suya y la nuestra. Quizá, la muerte de su yo poético
obedeció a la convicción de que dicho testimonio había sido
debidamente dado, con las justas constelaciones de versos, como si
toda su obra constituyese un único poema. De ahí que desde Poemas
póstumos se convierta “en una especie de «albacea de sí
mismo» [Rovira, 1968] que se limita a recomponer el orden de su obra
y a incorporar a Las personas del verbo [1975; 1982] los
escasos poemas escritos desde entonces, o, si acaso, a recuperar
algunos de los desechados en la primera edición de este volumen
recopilatorio”37.
Gastando tibiamente la palabra38,
aunque con el cuidado necesario para que permanezca «familiar»,
asequible para el lector, Gil parece encomendarse a la compañía del
transeúnte de su poesía, su compañero de viaje39
y semblable dramático.
Sin
duda, gastar la palabra hasta volverla imprecisa es un modo de
desdibujar conflictos identitarios como los que pudieron atañer a la
clase y la orientación sexual del poeta en su contexto
sociocultural. Yendo algo más lejos, es también el modo de
debilitar a una incertidumbre que se alimenta de pensamientos
concretos, y que puede ser provisionalmente anulada
–provisionalmente, dada la voluntaria incapacidad trascendental de
la poesía que nos ocupa- en una obra que permite la convivencia de
tonos muy diferenciados40,
que pone a los asideros de lo real al servicio de la ilusión
y en la que la ironía se vuelve dissimulatio del magma
dramático que se extiende bajo todo el corpus literario del autor de
Pandémica y Celeste. Como hemos sugerido fugazmente, De
Biedma consigue vencer el pulso a la duda vital, Aunque solo sea
un instante41;
un instante que el lector habría de mantener –como ha mantenido y
seguirá haciendo- en lo que quizá sea el único rédito existencial
que Gil de Biedma esperaba de su legado.
1
GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de los 50.
Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid,
2000). Pág. 28.
2
GARCÍA JAMBRINA, Luis. La otra generación poética de los 50.
UNED. Madrid, 2009.
3
Op. cit. Pág.
234.
4
LANGBAUM, Robert. The Poetry of
Experience. The Dramatic Monologue in Modern Literary Tradition.
W. W. Norton & Company. New York, 1963; La poesía de
la experiencia. El monólogo dramático en la tradición literaria
moderna. Comares. Granada, 1996.
5
“The Poetry of Experience can be
understood as the instrument of an age wich must venture a
literature without objectively verificable meaning”.
LANGBAUM, Robert. The Poetry of
Experience. The Dramatic Monologue in Modern Literary Tradition.
W. W. Norton & Company. New York, 1963. Pág. 227.
6
Op. cit. Id.
7
DEBICKI, Andrew Peter. Poesía del conocimiento. La generación
española de 1956-1971. Vol I. Júcar. Madrid, 1987.
8
DEBICKI, Andrew Peter. Poetry of
Discovery: The Spanish Generation of 1956-71.
Lexington: University Press of Kentucky. Kentucky, 1982.
9
GIL DE BIEZMA, Jaime. Compañeros de viaje. Joaquín
Horta. Barcelona, 1959.
10
GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de los 50.
Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid,
2000). Pág. 232.
11
JIMÉNEZ, José Olivio. Poetas contemporáneos de España y
América. Ensayos críticos. Verbum. Pág. 123.
12
GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de los 50.
Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid,
2000). Pág. 231.
13
GIL DE BIEDMA, Jaime. Conversaciones. El Aleph. Barcelona,
2002. Pág. 238.
14
GIL DE BIEDMA, Jaime. Moralidades. Joaquín Mortiz. México,
1966.
15
GIL DE BIEDMA, Jaime. El juego de hacer versos (Moralidades.
Joaquín Mortiz. México, 1966. En GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La
promoción poética de los 50. Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª
edición. Espasa Calpe. Madrid, 2000). Pág. 261.
16
GIL DE BIEZMA, Jaime. Compañeros de viaje. Joaquín Horta.
Barcelona, 1959.
17
DEBICKI, Andrew Peter. Poetry of Discovery:
The Spanish Generation of 1956-71.
Lexington: University Press of Kentucky. Kentucky, 1982. Pág.
123.
18
Cabe aquí citar las siguientes referencias: CAÑAS, Dionisio (Ed.)/
GIL DE BIEDMA, Jaime. Volver. Cátedra. Madrid, 2000; DUPREY,
Jennifer. “La biografía imaginada en Las personas del Verbo de
Jaime Gil de Biedma”. Espéculo. Revista de estudios
literarios. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2001;
FERRATÉ, Juan. Jaime Gil de Biedma. Cartas y artículos.
Cuaderns Crema. Barcelona, 1994; MANGINI, Shirley. Jaime Gil de
Biedma. Júcar. Madrid, 1980; ROVIRA, Pere. La poesía de
Jaime Gil de Biedma. Edicions del Mall. Barcelona, 1986.
19
GIL DE BIEDMA, Jaime. Vals del aniversario (Antología personal.
Visor, Madrid, 1998). En GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La
promoción poética de los 50. Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª
edición. Espasa Calpe. Madrid, 2000). Pág. 241.
20
GIL DE BIEDMA, Jaime. Poemas póstumos. Poesía para todos.
Madrid, 1968.
21
JIMÉNEZ, José Olivio. Poetas contemporáneos de España y
América. Ensayos críticos. Verbum. Pág. 133.
22
GIL DE BIEDMA, Jaime. Aunque sea un instante (Compañeros
de viaje. Joaquín Horta. Barcelona, 1959).
23
Véase PÉREZ PAREJO, Ramón. “El monólogo dramático en la
poesía española del XX: ficción y superación del sujeto lírico
confesional del Romanticismo”. Espéculo. Revista de estudios
literarios. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2007.
24
GARCÍA MONTERO, Luis. “Un poeta necesario”. En Renacimiento.
Revista de Literatura. Nº 6. Sevilla, 1991.
25
Op. cit.
26
GIL DE BIEDMA, Jaime. Arte poética (Colección
particular. Seix Barral. Barcelona, 1969).
27
GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de los 50.
Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid,
2000). Pág. 238.
28
GIL DE BIEDMA, Jaime. Moralidades. Joaquín Mortiz. México,
1966.
29
BAUDELAIRE, Charles. Les fleurs du mal. Auguste
Poulet-Malassis et de Broise. Paris, 1857.
30
GIL DE BIEDMA, Jaime. Pandémica y celeste (Moralidades.
Joaquín Mortiz. México, 1966). En GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La
promoción poética de los 50. Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª
edición. Espasa Calpe. Madrid, 2000). Pág. 258.
31
GIL DE BIEDMA, Jaime. Poemas póstumos. Poesía para todos.
Madrid, 1968.
32
“Si no fueses tan puta!/ Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil/ y que eres débil cuando
me enfurezco”. En GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La
promoción poética de los 50. Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª
edición. Espasa Calpe. Madrid, 2000). Pág. 265.
33
ARMISÉN, Antonio. Jugar y Leer: El verbo hecho tango de Jaime
Gil de Biedma. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza,
1999. Pág. 71.
34
GIL DE BIEDMA, Jaime. Después de la muerte de Jaime Gil de
Biedma (Poemas póstumos, 1968). En GARCÍA JAMBRINA,
Luis (Ed.). La promoción poética de los 50. Espasa Calpe.
Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid, 2000). Pág. 267.
35
GIL DE BIEDMA, Jaime. Poemas póstumos. Poesía para todos.
Madrid, 1968.
36
JIMÉNEZ, José Olivio. Poetas contemporáneos de España y
América. Ensayos críticos. Verbum. Pág. 126.
37
GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de los 50.
Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe. Madrid,
2000). Pág. 231.
38
“Palabras, por ejemplo/ Palabras de familia gastadas
tibiamente”. Arte poética (Colección particular.
1969). En GARCÍA JAMBRINA, Luis (Ed.). La promoción poética de
los 50. Espasa Calpe. Madrid, 2008 (1ª edición. Espasa Calpe.
Madrid, 2000). Pág. 239.
39
En referencia, naturalmente, a GIL DE BIEZMA, Jaime. Compañeros
de viaje. Joaquín Horta. Barcelona, 1959.
40
Véase BENSON, Douglas K. “La oralidad y el contexto cultural en
la poesía de Jaime Gil de Biedma”. Anales de Literatura
Española. Nº 6. Universidad de Alicante. Alicante, 1988.
41
GIL DE BIEDMA, Jaime. Aunque sea un instante (Compañeros
de viaje. Joaquín Horta. Barcelona, 1959).
Jaime Gil de Biedma, fotografiado por Colita en 1969 (El País)