Paul Klee: maestro de la Bauhaus. Fundación Juan March (hasta el 30 de junio de 2013).
Leer Nº 243. 2013
La Fundación Juan March trae a
Klee por tercera vez a España, esta vez iluminado por su propio legado
pedagógico: su Nachlass. La
colaboración de la institución española con el Zentrum Paul Klee se ha
traducido en la exhibición de 137 obras del meister
y no poco material documental relativo a su titánica teoría del arte. En un
tiempo de exposiciones generalistas y –digámoslo- frecuentemente oportunistas, Paul Klee. Maestro de la Bauhaus apuesta
por la especificidad y la profundidad, así como por un planteamiento expositivo
que pone a un mismo nivel el disfrute estético más despreocupado y el afán
intelectual del espectador interesado en saber
más.
Las casi tres mil novecientas
páginas del legado pedagógico de Klee –un corpus
gigantesco con el que interpretar la Naturaleza, y toda una metodología
para su traducción a formas plásticas esenciales- marcan diferencia respecto al
pasado en la Juan March: al parecer, el tiempo ha accesibilizado tales
documentos y ha permitido que Paul Klee.
Maestro de la Bauhaus establezca una estrechísima relación entre el artista
y el teórico. Con Kandinsky, Lothar Schreyer y Oskar Schlemmer como colegas,
Klee impartió su “teoría de la forma pictórica” en la Bauhaus durante diez
años. Curiosamente además, y en lo que a color respecta, tomó el relevo de
Goethe y Philipp Otto Runge, proyectando espacialmente sus respectivas teorías
cromáticas.
Por el estudio del plano y del
espacio llega Klee a cuestiones trascendentales tan heraclíteas como la
intimidad entre el “arriba” y el “abajo” o un caos “eternamente imponderable e
inmensurable”. Estos y otros vuelos metafísicos –La fundación madrileña da
cuenta de sus contrapartidas plásticas- se despliegan en el Nachlass kleeniano, siempre a partir de
la observación de la Naturaleza: también sigue a Goethe et altri en esto: Naturaleza como gran depósito simbólico, fuente
de todas las formas y caminos hacia la trascendencia. Por supuesto, no falta en
el legado un tratamiento nada soslayado del ritmo que –de alguna manera
presente en toda su obra plástica- se patenta especialmente en obras como Durch ein fenster (1932).
Como tantos antes que él, Klee
descubrió el color más allá de Occidente. De hecho, en la tunecina Kairuán, su sistematismo –típicamente teutón- relajó la
presión sobre el pintor lo suficiente como para que afirmara sentirse
cromáticamente poseído. Esta incursión orientalista
no solo supone un punto de inflexión en su carrera, sino que explica su
deriva hacia un uso más intuitivo de los colores en el tramo final de su
carrera, consumados sus desencuentros con la Bauhaus de Mies van der Rohe y
enfermo ya de esclerodermia.
Paradójicamente, será el símbolo
de una forma elemental –Klee representó dieciocho versiones de cruz gamada en
su II.6- el que acabe con la Bauhaus
y se rebele contra el legado artístico del bernés. 102 de sus obras fueron
arrancadas de varios museos alemanes, siendo cinco de ellas receptoras del
dudoso honor de ser seleccionadas para Entartete
Kunst (1938): la exposición dedicada en Salzburgo a lo que los nazis
entendían como arte “degenerado” y a creadores “inferiores” como Emil Nolde,
Munch o el propio Kandinsky. Afortunadamente, el tiempo deja todo en su lugar y
hoy podemos disfrutar de lo que Klee nos ha legado: su Nachlass, su excelsa producción plástica y –por cierto- sus muy
recomendables Poemas (Rosa Cúbica).
Paul Klee. Durch ein fenster. 1932
Paul Klee. Durch ein fenster. 1932