30 abr 2013

Una realidad más profunda. El reino encantado de Simon Marsden


Álbum Letras-Artes Nº 112

Hay un mundo fuera y a la vez dentro del tiempo, entre espíritu y materia, en el que Belleza y fatalidad quedaron hace mucho tiempo unidas en inmemoriales votos de sangre; un mundo de abadías, rectorías y castillos cuyo verdadero destino siempre fue reintegrarse en la Naturaleza, conduciendo de paso a quienes de alguna forma no pudieron sino permanecer en ellos hasta allá a donde deban regresar. Las fotografías que Simon Marsden (1948-2012) compiló en The Haunted Realm (1986) ilustran –con su característica técnica de película infrarroja y una evidente preocupación por la excelencia formal- este doble leitmotiv trascendental. A medio camino entre una crónica bastante respetable de lo paranormal y la guía turística, Marsden acompaña su colección gráfica con descripciones de los lugares que fotografió y las relaciones que ciertos literatos y su obra guardaron con aquellos. Veámoslo.

Corría 1980 cuando Bram Stoker se encontraba de visita en Whitby Abbey (North Yorkshire, Inglaterra), quizá observando cúmulos a la vez oscuros y luminosos, casi palpables; encontrando en su reflejo sobre las aguas y en la silueta de la vieja abadía la materia intangible con la que escribiría su Dracula. No en vano, las ruinas de la edificación se mentan en dicha obra junto a la alusión al poema Marmion (1808), de Sir Walter Scott, quien ya había literaturizado trágicamente este refugio de condenados entre mundos; este cascarón romántico en cuyo seno se suceden aún ecos de vidas pasadas y las más de las veces inanes y atormentadas.

No es menos digno de mención el Hermitage Castle (Roxburghshire, Escocia) y su legendario habitante ultraterreno: el nigromante Lord de Soulis, que secuestraba y asesinaba a niños para alimentar con su sangre al monstruo vampírico Robin Redcap. El ente que le esclavizó –al más puro estilo fáustico, quizá a cambio de conocimiento- fue también el culpable de que el lord diese con sus huesos en un caldero hirviente tras un asalto de lugareños al castillo. Leyendas aparte, Walter Scott comentó que no le extrañaba en absoluto que el recinto estuviese medio hundido en el terreno, teniendo en cuenta el peso de la inenarrable maldad que sus cimientos hubieron de soportar.


Byron no podía faltar en este tour express por los landmarks británicos del misterio, como tampoco el ancestral hogar de su estirpe en Newstead Abbey (Nothinghamshire, Inglaterra). Sobre este lugar ancestral que fue morada de agustinos antes de que los Byron lo reacondicionaran, pesaba una maldición que garantizaba desgracias a quienes osasen alterar sus características originales; desgracias como las que se cebaron con la familia del poeta durante años. Allí no faltan, por supuesto, fantasmas como el de Sophia Hyett –hija de un librero y enamorada no correspondida del mujeriego escritor- o el Monje Negro, cuyo espectro aparecía cuando había de anunciar alguna clase de adversidad.

En Coggeshall Abbey (Essex, Inglaterra) y alrededores, viejas historias como la de las procesiones flotantes de ropajes blancos en las inmediaciones de Cradle House –versión anglosajona de nuestra gallega Santa Compaña- conviven con las crónicas de los inquietantes Poltergeist registrados en el 47 de Church Street. Coggeshall se encuentra en la East Anglia profunda, tierra de brujas y mujeres míseras torturadas por religiosos tan perversos como de Soulis –tan capaces de las peores barbaridades- a cambio de una confesión acerca del demonio. Viejas y pesadas egrégoras que aún tardarán algún tiempo en disiparse han de inspirar por allí a algún viajero avezado, como Whitby a Sir Scott y a Stoker o la Rectoría de Borley al investigador Harry Price.

Como tantas otras, la leyenda de Borley Rectory (Essex, Inglaterra) trata de un monje que se enamora de una novicia del cercano convento de Bures y de cómo su plan común de huida acaba en galeras y emparedamiento respectivamente. Décadas de avistamientos del supuesto espectro flotante de la monja hicieron que en 1927 el reverendo Eric Smith contactase con Price, quien fue recibido con todo un elenco de manifestaciones paranormales. Como parece que ocurrió en el caso de Smith, los fenómenos continuaron  tras la llegada del siguiente rector, el reverendo Sir Lyonel Foyster, quien acabó por abandonar el lugar junto a su familia. Tras reclutar voluntarios en The Times, Price volvió en 1937, fecha a partir de la que siguieron sucediendo toda clase de sucesos tan inexplicables como la presencia del extraño objeto flotante que se aprecia en la fotografía The Churchyard, Borley de Marsden.


Parece más que probable que Dickens usase Haverholme Priory (Lincolnshire, Inglaterra) como modelo del Chesney Wold de su novela Bleak House (entre 1852 y 1853). Lord Halifax también se interesó por este lugar para incluirlo en su Ghost Book (1936); de algún modo, un célebre precedente de género del libro en el que se apoya este artículo. Pasos en la noche, perros y caballos alterados, un zumbido procedente del puente... lugares comunes de todos estos centros de belleza inquietante, casi siempre encastrados en el Wilderness bajo diversas pátinas de horror, desventura y antiquísimos cultos capaces de sumir al hombre de a pie en la mayor de las extrañezas concebibles.

En Huntingdon Castle (Condado de Carlow, Irlanda del Sur) Olivia y Lawrence Durdin-Robertson fundaron una Hermandad de Isis con el fin de expiar toda culpa individual relacionable con la sexualidad y el disfrute de los bienes materiales. Marsden comenta que entre los seis mil adeptos mundiales  a este culto pasaron personalidades como la de Borges. A diferencia de los otros lugares aquí reseñados, en Huntingdon los fantasmas son bienvenidos; un lugar en el que el tipo de hostilidades sobrenaturales que tantos quebraderos de cabeza provocaron a Price se troca en una admirable familiaridad con los mortales pocas veces observable. Más allá de todo juicio que sobre la extraña pareja de ancianos pueda verterse, en parajes como el Paseo de Yew –pasa de los seiscientos años- parece que todo pueda ser posible; algo que quizá ayude a comprender porqué Olivia, volviendo a casa una noche, encontró a un paisano conversando gravemente con un pilar masónico en las inmediaciones del castillo.

Estos párrafos ofrecen únicamente una pequeñísima muestra del patrimonio británico del que Marsden da cuenta en su libro. Quedan en el tintero otros tantos personajes y escenarios ilustres como la Casa Abbotsford que Walter Scott ordenara construir, la Casa Knebworth de los Lytton (la familia de Edward Bulwer-Lytton) o el castillo en el que vivió el tiránico Sir James Lowther sobre el que Thomas de Quincy escribió. El gran logro de tan particular fotógrafo ha sido representar todos estos templos en el marco de una realidad más profunda; una realidad de la que huimos, que en el mejor de los casos respetamos prudentemente y que se desenvuelve, por si no lo sabíamos, en los lugares más henchidos de Belleza y Verdad de la Tierra.


Kitty´s steps. Lydford Gorge, Devon
Whitby Abbey. Norh Yorkshire
Hermitage Castle. Roxburghshire, Scotland